Amor Propio

El viaje más importante es, y siempre será, el camino de vuelta a casa

Angel

“Todo lo que entiendo, lo entiendo solo porque amo.” — León Tolstói

El Festejo en la Propia Mesa

En los últimos días tuve la fortuna de festejar una vuelta más al sol en una atmósfera de serena felicidad, rodeado de mis seres más Amados. En la risa compartida y en los abrazos largos, he sentido una paz profunda, una certidumbre que no nace del ruido exterior, sino de un silencio y una paz interior bien cimentados. Inevitablemente esta sensación me llevó a reflexionar sobre el Amor propio, la naturaleza de la conexión humana y, sobre todo, mi Amor hacia ellos.

Esta quietud me trajo a la memoria un poema de Derek Walcott, “Love After Love”. A veces, un poema no es solo un conjunto de versos, sino un mapa. “Love After Love” es uno de esos mapas, con la peculiaridad de que no te habla de un amor romántico, sino de un viaje mucho más profundo y, quizá, más importante: el camino de vuelta a ti mismo. Acompáñame a explorar las estaciones de ese viaje.

Primero, como no podía ser de otra manera, el poema:

Amor, después del amor

Llegará el tiempo
en que, con gran alegría,
te saludarás a ti mismo al llegar
a tu propia puerta, en tu propio espejo,
y cada uno sonreirá a la bienvenida del otro,
y dirá: siéntate aquí. Come.

Volverás a amar al extraño que fuiste.
Ofrece vino. Ofrece pan. Devuélvele el corazón
a tu corazón, al extraño que te ha amado
toda tu vida, a quien ignoraste
por otro, que te conoce de memoria.

Baja de la estantería las cartas de amor,
las fotografías, las notas desesperadas,
despega tu propia imagen del espejo.
Siéntate. Celebra tu vida.

.- Derek Walcott -.


La Crisis como un Regalo: La Desintegración Positiva

El poema no inicia con una celebración, sino con la promesa de una. Se sitúa justo al final de una tormenta que no vemos, pero cuyas secuelas son casi tangibles en “las cartas de amor, las fotografías, las notas desesperadas”. Todos conocemos ese escenario. Es el campo de batalla después de que el Amor por otro, o la idea que teníamos de él, ha consumido todo nuestro territorio interior. Es la desolación de una identidad que se construyó sobre un pilar externo y que, al caerse, nos deja en ruinas. Nuestra primera reacción ante esas ruinas es el pavor. Sentimos que hemos fracasado, que algo se ha roto de forma irreparable.

Amor Propio

Sin embargo, un fabuloso psiquiatra y filósofo de apellido Dąbrowski nos ofrecería una perspectiva radicalmente distinta. Él llamaría a este colapso una Desintegración Positiva. Para Dąbrowski, no todo sufrimiento psicológico es una patología. A menudo, la ansiedad, la depresión y las crisis existenciales no son señales de una avería, sino los dolores de parto de una personalidad más compleja y elaborada. Son el sonido de un cascarón rompiéndose. La personalidad que se desmorona es aquella que estaba “integrada” en un nivel previo: una identidad previa, distinta, moldeada por factores distintos, que pueden incluir convenciones sociales, la aprobación externa, los instintos básicos, etc.

Es una identidad que ya no se ajusta a nuestras características y necesidades. El dolor que sentimos es la evidencia de que estamos creciendo más allá de ella. Este proceso es, en sí mismo, un acto de profundo Amor propio en gestación.

El poema de Walcott es el manual de instrucciones para el día después de esa demolición. No celebra la ruptura, sino la reconstrucción consciente que esta posibilita. Ese espacio vacío y doloroso que deja la crisis es, en realidad, tierra fértil. Es la oportunidad de oro para construir una nueva casa, esta vez con cimientos propios. Es la invitación a edificar una identidad que no dependa de quién nos mira, quién nos aprueba o quién nos ama desde afuera. Se trata de encontrar un nuevo centro de gravedad, uno que resida firmemente dentro de nosotros.

Dąbrowski diría que es el paso de una vida dirigida por “lo que es” a una guiada por “lo que debería ser”, según nuestra propia jerarquía de valores. Es un camino arduo, no nos engañemos. Requiere el coraje de mirar nuestras propias ruinas y verlas no como un final, sino como el material de construcción para un yo más auténtico. Este es el primer y más valiente paso en el viaje hacia un Amor que no se marchita, porque su fuente no es externa, sino interna.


Volver a ser tu Propio Hogar: El Apego Seguro

Desde que nacemos, llegamos a este mundo con una necesidad fundamental: la de un refugio seguro. Quienes tenemos la fortuna de ser padres, lo vemos con una claridad que conmueve. Vemos cómo nuestros hijos, ante un golpe, un susto o la simple incertidumbre del mundo, corren a nuestros brazos. No buscan una solución, no buscan una explicación; buscan un puerto. Buscan ese lugar donde el caos exterior se calma, donde su sistema nervioso se regula y el mundo vuelve a ser un lugar seguro para explorar.

Amor Propio

Esa es la danza del apego, descrita genialmente por John Bowlby. En esos primeros abrazos se forja un “modelo operativo interno”, un mapa invisible que les enseñará qué pueden esperar del Amor y de las relaciones por el resto de sus vidas.

Inés Di Bartolo nos explica cómo al crecer, esa necesidad no desaparece. Simplemente, la transferimos. A menudo, sin darnos cuenta, buscamos en nuestras parejas ese mismo refugio incondicional. Proyectamos en el otro la responsabilidad de ser nuestra “base segura”, nuestro hogar. Y aunque el Amor de pareja es una de las experiencias más hermosas de la vida, depositar en otra persona la totalidad de nuestra seguridad es una carga demasiado pesada para cualquiera y una trampa para nosotros mismos. Nos vuelve inquilinos en la vida de alguien más, siempre temerosos de un posible desalojo. El poema de Walcott nos habla de una graduación emocional, de un paso evolutivo crucial: el de convertirte en tu propio hogar seguro.

La imagen de “saludarte a ti mismo al llegar / a tu propia puerta, en tu propio espejo” es la metáfora más poderosa de un apego seguro interno. Es el momento en que la búsqueda cesa. Ya no necesitas correr a los brazos de nadie más para regularte, porque has aprendido a dártelo a ti mismo. El poema nos guía en ese proceso de auto-parentalidad. “Ofrece vino. Ofrece pan. Devuélvele el corazón / a tu corazón”. Es un acto de nutrirse a uno mismo, de atender las propias necesidades con la misma ternura y diligencia con la que atenderíamos a un hijo. Es mirarse al espejo y, en lugar de un crítico, encontrar a un aliado, a un cuidador.

Ya no eres un exiliado de ti mismo, dependiente del refugio que otros te puedan ofrecer. Eres el anfitrión y el invitado de honor en la casa de tu propia existencia. Alcanzar este estado de autonomía afectiva es un acto de madurez profunda y la base de un Amor genuino hacia los demás. Porque solo cuando tu propia casa está en orden, puedes invitar a otros a entrar sin que sea por necesidad, sino por el puro gozo de compartir.


Abrazar tu Sombra: La Práctica de Tonglen

En las vastas y serenas alturas del pensamiento budista tibetano, existe una práctica de meditación que, a primera vista, parece ir en contra de todos nuestros instintos de supervivencia. Se llama Tonglen, que se traduce como “dar y recibir”. La mayoría de nosotros, cuando nos enfrentamos al dolor, a la angustia o al miedo, reaccionamos de una de dos maneras: luchamos contra él o huimos. La práctica de Tonglen propone un tercer camino, uno de una valentía casi inconcebible: invitar al sufrimiento a pasar. Consiste en, deliberadamente, inhalar el dolor, el miedo y la oscuridad —tanto la propia como la de los demás— y, al exhalar, enviar alivio, calma, luz y Amor.

Amor Propio

Es un trueque alquímico. Tomas el plomo del sufrimiento y lo transformas en el oro de la compasión. Y “Love After Love” es, en su esencia, un manual de Tonglen aplicado a uno mismo. El poema no te sugiere que construyas tu nueva identidad sobre las ruinas de la anterior, ignorando los escombros. No te pide que rechaces o te olvides de ese “extraño que fuiste”, esa versión de ti que se sintió abandonada, que escribió “notas desesperadas”, que se ignoró a sí misma por el Amor de otro. Esa versión es nuestra sombra, el conjunto de nuestras heridas y vulnerabilidades. Nuestra tendencia natural es encerrarla en el sótano, avergonzados de ella.

El poema, en cambio, nos instruye a hacer lo contrario. Nos pide que le abramos la puerta principal. “Y dirá: siéntate aquí. Come”. Es un acto de una hospitalidad radical hacia las partes más heridas de nosotros mismos. Al “devolverle el corazón / a tu corazón, al extraño que te ha amado / toda tu vida”, estás practicando Tonglen. Estás simbólicamente inhalando la soledad y el dolor de ese extraño, reconociéndolo como tuyo. Y al ofrecerle vino y pan, al sentarlo a tu mesa, estás exhalando compasión, aceptación y un Amor incondicional.

Es mirar a tu propia sombra a los ojos, no con juicio ni con miedo, sino con una ternura radical, y decirle: “Te veo. Te acepto. Perteneces aquí. Estás en casa”. Este acto de unificación interna es transformador. Porque solo cuando dejamos de estar en guerra con nosotros mismos podemos, genuinamente, estar en paz con el mundo. El Amor que nace de esta integración es indestructible, porque ha aprendido a abrazar la totalidad de lo que somos.


El Festejo: La Alegría de la Autenticidad

El viaje que traza el poema, a través de la demolición y la reconstrucción, culmina en un acto simple y a la vez sublime: una celebración. Las últimas líneas, directas y poderosas, son una invitación final: “Siéntate. Celebra tu vida”. Este no es el festejo ruidoso del ego, ni la celebración de una victoria sobre otros.

Es la alegría serena y profunda que nace de la integración. Es el estado que Dąbrowski llamaría Reintegración Secundaria. Es el momento en que la personalidad, después de haber atravesado el fuego de la desintegración, se reorganiza en un nivel superior. Ya no es un mosaico de pedazos rotos, sino una obra de Kintsugi, donde las cicatrices no solo no se ocultan, sino que se honran como parte de su belleza y su historia.

Amor Propio

Esta nueva personalidad es auténtica. Sus acciones, sus valores y sus emociones están en armonía. Es una identidad que se sostiene a sí misma, flexible pero fuerte, porosa pero íntegra. La celebración es el reconocimiento de todo el viaje: el dolor de la ruptura, el arduo trabajo de construir un hogar interno y el coraje de abrazar la propia sombra. El “festejo” es sobre la vida entera, no solo sus partes agradables. Es saborear el pan de la existencia, nutrido por la conciencia de que cada migaja, amarga o dulce, ha contribuido a la persona que eres hoy. Es un acto de profundo agradecimiento y de Amor por el simple hecho de ser.

Una persona que ha llegado a este punto, que puede sentarse en silencio y celebrar su propia vida, interactúa con el mundo desde un lugar radicalmente diferente. Ya no lo hace desde la carencia, la necesidad o el miedo. Lo hace desde la plenitud. Su capacidad para el Amor se expande, porque ya no es un amor que busca llenar un vacío, sino un amor que se desborda desde un pozo interior que es inagotable.

Este es el punto donde la sanación personal se convierte en un regalo para el colectivo. Una persona así contribuye a la creación de una sociedad más equilibrada y consciente, no a través de grandes gestos, sino a través de la simple resonancia de su propia paz interior. Su forma de estar en el mundo se convierte en un recordatorio silencioso de que el viaje más importante es, y siempre será, el camino de vuelta a casa, a ese lugar dentro de nosotros donde el Amor nos espera para sentarse a la mesa.

Por último, un regalo… una bellísima interpretación de Love After Love por Helena Bonham Carter en 2018:

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